También el fuego puede surgir del agua
Dejar reposar mi cuerpo sobre la infinitud del mar
notando como las olas mecen mi sueño
y ver el silencio emanar del líquido
y la oscuridad del fondo y confundirse mis lágrimas con el agua.
Es preciso vigilar las corrientes y las mareas,
conocer el tacto del océano
y soportar la tediosa costumbre que tiene de olvidar.
Tengo ya tendida mi alma y libre se balancea absorta
entre el olvido, el caso omiso, la duda y el amor
formando cuadriláteros que cercan el hastío.
Tienes tú mi vida en tus manos y mi llanto en tu vientre.
Pero este no es el mar, es lo que resta de un mar antiguo,
son apenas sus cenizas.
También el fuego, como las sombras,
puede surgir del agua.
¿Recuerdas el humo?
Serpenteaba en su ascenso.
Lo mirabas, mirabas su figura,
su figura desconcertante tal y como es la figura tuya
que no ascendía sino que se precipitaba
hacia un mundo subterráneo algo más abajo del abismo.
Saltaban las esquirlas a nuestros pies.
Mataba respirar.
Queda ahora algo de ceniza entre mis dedos,
arena y agua desaparecidas, desaparecida tú, pronto,
cuando lo sentido emane también a la superficie
y sea aún más docil asido por las garras de la soledad.